Por: LIC. JAVIER MOJARRO ROSAS
Las coaliciones entre partidos políticos constituyen una modalidad de competencia electoral contemplada en la normatividad mexicana que, con el paso de los años, ha ido adquiriendo mayor popularidad y se ha incrementado su utilización en cada una de las elecciones del país, tanto a nivel federal como en las distintas entidades federativas.
La finalidad de estas alianzas consiste sencillamente en adoptar una plataforma política – electoral común entre dos partidos o más para postular en conjunto una o varias candidaturas dentro de un proceso electoral, es decir, unir las fuerzas de esas instituciones políticas para aumentar las posibilidades de alcanzar la victoria.
En ese sentido, las coaliciones se conformarían con mayor facilidad entre partidos políticos que, en su individualidad, posean características similares entre sí, como su ideología política y la posición en la que se encuentren situados en el espectro de derecha – izquierda; el contenido de sus documentos básicos; el tamaño de su militancia y su fuerza política; su marco normativo interno; y, sobre todo, la congruencia del perfil elegido para contender, con lo que representan los partidos que le postulan. Esta fórmula provocaría que el electorado, militante o no de los partidos coaligados, al razonar su voto, no encontrará dificultad para emitirlo en favor de la candidatura que representa sus intereses a través de esa figura electoral, y que a la postre pudiera resultar vencedora, al contar con el apoyo genuino de las y los seguidores de cada partido aliado; ello parecería, al menos, el resultado lógico de esta mecánica, pero ¿qué pasa en la realidad? Repasemos los resultados de las últimas cuatro elecciones presidenciales en el país para evidenciar algunas conclusiones:
En el año 2000, Vicente Fox ganó el cargo como presidente, abanderado por la coalición “Alianza por el Cambio”, integrada por el PAN y el PVEM, imponiéndose a la otra coalición contendiente, “Alianza por México”, que le superaba en número de fuerzas políticas unidas, a saber, cinco partidos encabezados por el PRD; seis años después, Felipe Calderón se llevaría la victoria compitiendo únicamente por el PAN, venciendo a las coaliciones “Por el Bien de Todos” y “Alianza por México”, encabezadas por el PRD y el PRI, respectivamente; Enrique Peña Nieto en el 2012 resultó ganador por la coalición “Compromiso por México” integrada por el PRI y el PVEM, venciendo a la coalición “Movimiento Progresista” compuesta por tres partidos de izquierda; finalmente, en la última elección, en la que contendieron tres coaliciones, López Obrador se llevaría la victoria bajo la postulación de “Juntos Haremos Historia” compuesta por tres partidos políticos, superando a las alianzas, “Por México al Frente” y “Todos por México” integradas igualmente por tres instituciones políticas; cabe mencionar que la primera de estas, unificó fuerzas entre el PAN y el PRD, partidos históricamente antagónicos, ideológicamente hablando.
De lo anterior se desprenden tres conclusiones: a) competir en coalición no constituye una garantía para el triunfo, como sucedió en 2006; b) sumar más fuerzas políticas tampoco, ya que, se ha demostrado, tanto en el 2000 como en 2012, que alianzas con tan solo dos partidos políticos pudieron vencer a otras más numerosas; y c) la unión en coalición de partidos de ideologías inversas, pudiera sesgar el razonamiento del voto del electorado, ya que al menos en la última elección no tuvo efectos positivos.
Si bien, las coaliciones funcionan y son atractivas para los partidos por diversas razones -la distribución de gastos y el compartimiento de prerrogativas como el acceso a radio y televisión- la experiencia también ha demostrado dificultades y obstáculos inherentes a estas figuras, como la heterogeneidad de alianzas entre elecciones federales y locales celebradas de manera concurrente, el cumplimiento de reglas de paridad de género en conjunto y otras cuotas derivadas de acciones afirmativas en favor de grupos de atención prioritaria, la capacitación electoral del funcionariado que computará la votación, e incluso la confusión que pudiera generarse a la población al momento de votar o de razonar y decidir su voto.
Tan solo este año en el que habrán de celebrarse elecciones locales en 6 entidades federativas, el panorama en materia de alianzas se vislumbra muy diverso:
Aguascalientes: “Va por Aguascalientes” (PAN – PRI – PRD) y “Juntos Hacemos Historia en Aguascalientes” (PT – PVEM)
Durango: “Va por Durango” (PAN – PRI -PRD) y “Juntos Hacemos Historia en Durango” (MORENA – PT- PVEM – RSP)
Hidalgo: “Va por Hidalgo” (PAN – PRI – PRD)
Oaxaca: “Juntos Hacemos Historia en Oaxaca” (MORENA – PT – PVEM – PUP)
Tamaulipas: “Va por Tamaulipas” (PAN – PRI – PRD)
Quintana Roo: “Va por Quintana Roo” (PAN – PRD – Confianza por Quintana Roo) y “Juntos Hacemos Historia en Quintana Roo” (MORENA – PT – PVEM – FXM)
Lo anterior demuestra que, si bien, estas elecciones locales serán votadas únicamente por el electorado empadronado en cada una de esas entidades federativas, lo cierto es que, existe el riesgo de que la propaganda en internet y la cobertura nacional de los medios al alcance de todos y todas, pudiera generar algún tipo de confusión al momento de emitir el sufragio.
Lo destacable, es que, sin duda, los resultados de esos comicios arrojarán un nuevo universo de análisis que servirá para continuar juzgando, si al final, en materia electoral, la unión hace la fuerza o no.