Por: CP EF Y MI Oscar Fabián Gutiérrez Tenorio
Como es una tradición, nuestro país se ha caracterizado por ser un país solidario con otros países que se encuentran en una situación de desgracia o des fortunio, no es por mencionarlo en este momento, pero si por querer resaltar ese fenómeno de unión extraña que corre por las venas del mexicano, en donde la participación de todos se hace presente, pero más allá el sentimiento de frustración que se tiene, pues es poco lo que se puede hacer y que nos hace sentir parte de la solución aunque no lo sea.
En 1985 hace ya 32 años un fenómeno similar que trajo como consecuencia una caída del PIB de alrededor del 2.5%, [cuando en los últimos 5 años hemos crecido apenas el 2.3% en promedio anual] y que las deudas se dispararon más allá de la capacidad de poder producirlas, menos pagarlas, además de que efectivamente una desgracia acabo por destruir la economía de miles de familias mexicanas, todo de una forma natural [aprendemos rápido], estamos acostumbrados a vivir en la desgracia y la desdicha y nos consolamos poniendo latas de atún y papel de baño en un camión para dar ayuda, otros a cambio ponen sus cuentas bancarias para ser canales de la distribución de los fondos que quienes de buena voluntad los envían para ayudar y para ellos también es su ciente, nos olvidamos de esa máxima de la madre Teresa de Calcuta que decía, “ hay que dar hasta que duela y cuando duela aún más”.
Para este año quienes ya se pusieron a analizar las cifras de los daños económicos dictan que no será tan fuerte la caída del PIB, optimistas dicen que apenas llegará al .01 al .03%, una “cosa menor” dicen por causa de ese fenómeno; sin embargo para las miles de familias que han perdido todo, “TODO” su patrimonio que han construido en este México en el que creemos todos, <<y que luchamos contra la adversidad por levantarnos todos los días para hacer uno mejor, y que nos desgastamos en cada espacio para desarrollar acciones que vayan en bene cio de todos los que hombro con hombro hacemos este país>>; para ellos, que en este año 2017 están en los estados de Oaxaca, Chiapas, Puebla, Morelos, Guerrero, Hidalgo, Estado de México, Tlaxcala, Veracruz y la Ciudad de México, y que por supuesto desconoceremos quiénes son y qué perdieron, porque son tantos, que la ayuda que podamos brindarles no será la necesaria para devolverles lo que la naturaleza les quitó por estar en condiciones que desafortunadamente no se pueden prever, pero eso sí, les daremos esperanza de creer que unidos podemos combatir esos fenómenos naturales y otros que no son naturales pero que también nos generan desgracias.
Y no menos importante es señalar que apenas en agosto el Banco Mundial anunciaba la emisión de un bono para un fondo de catástrofes de 360 millones de pesos (FONDEN), obviamente con los requisitos para hacerlos valer. Dicho fondo es para infraestructura del Gobierno Federal, Estatal y Municipal, así como reconstrucción de vivienda para personas que vivan en extrema pobreza; y sólo por mencionar algunos datos en 2007 el desbordamiento de ríos en Tabasco costó 31,781 MDP; en 2010 Karl y Matthew que azotaron Veracruz dejaron 24,679 MDP en pérdidas, en 2013 Ingrid y Manuel dejaron 23,441 MDP en daños; 24,133 MDP por Odile en 2014; en 2015 se presentaron 97 declaratorias de emergencia, encabezando la lista Patricia por 10,000 MDP y 1,903 MDP por las otras 96 (cifras de CENAPRED).
Los costos de las catástrofes naturales siempre son más de los que podemos ver, desconocemos a ciencia cierta qué siga, definitivamente los daños no los podemos calcular como menores comparándolos con 1985, sí como irreparables, por las decenas de vidas que se han perdido, cada historia refleja lo que no queremos que suceda, pero nos invita a participar activamente en la toma de decisiones de este país que a veces creemos que es cada vez menos nuestro.