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CLAUDIA SANTA-ANA

Una vida de arte por el bien común 

Arquitecta por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, escritora, gestora cultural y madre de familia, Claudia Santa-Ana promueve la cultura de paz, la economía creativa y la cultura como un derecho humano. Se considera una ciudadana consciente de las diversas realidades sociales que coexisten en México; una mujer que cree en el poder de la cultura, la creatividad y la ciencia para tender puentes, a fin de que esas realidades se encuentren, reconozcan sus potencialidades y creen alternativas en comunidad para enfrentar sus problemáticas. 

Actualmente estudia un posgrado en patrimonio y turismo cultural en la Cátedra UNESCO-Argentina y se ha desempeñado en diversos cargos en el servicio público federal y estatal desde hace 21 años. Ha sido becaria del FECA y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Ha publicado tres libros de poesía y dirige, junto al escritor Óscar Santos, la empresa de gestión cultural Ediciones del Viernes Santo.

Desde muy joven tuvo la fortuna de estar cerca de artistas y obras de valor estético, ya que frecuentaba la biblioteca de su abuelo, además de que, por azares del destino, conoció a Fernando Gamboa, quien fue un museógrafo y diplomático muy destacado en la historia cultural de México, creador de museos. A su corta edad, pudo participar con él en el montaje de exposiciones de arte virreinal y de artistas contemporáneos, involucrándose así en procesos creativos que la llevaron a definir tempranamente su vocación.

A los 25 años ganó el Premio Nacional de Literatura Salvador Gallardo Dávalos y conoció al promotor cultural Víctor Sandoval, quien fue jurado del premio y con quien trabajó de forma muy cercana durante diez años en proyectos culturales. Colaboró también con el arquitecto Luis Ortiz Macedo y con artistas como el escultor Federico Silva. Fue titular de Monumentos Artísticos del ICA, del CIELA Fraguas, del Museo Regional de Historia del INAH y directora general del Instituto Cultural de Aguascalientes. 

En Aguascalientes, el sector cultural logró, durante su gestión como titular del ICA, ser incluido en los programas y en el lenguaje del sector económico, con el objetivo de impulsar los emprendimientos e industrias culturales y creativas. Claudia considera que, en estos momentos de crisis global, el sector debe trabajar transversalmente con la iniciativa privada y las asociaciones civiles mediante estrategias innovadoras que estimulen la economía creativa pues es el sector productivo que más da trabajo a los jóvenes. Hacerlo puede tener un impacto poderoso para desarrollar proyectos sostenibles y para transformar sitios tocados por la inseguridad en territorios resilientes y creativos. Claudia considera un error común el que los gobiernos vean a la cultura únicamente como un proveedor de servicios del espectáculo y el entretenimiento, e insiste en la importancia de promover ciudades creativas que hagan de la cultura su eje rector de cambio, pues esto genera economía y estimula el ejercicio de los derechos culturales como una forma de alcanzar una ciudadanía más plena.

“En momentos como los que estamos viviendo, los sectores turístico y cultural, por ejemplo, tienen la gran oportunidad de reinventarse juntos y desarrollar nuevas capacidades ante los retos globales que impone la pandemia, mediante una gestión adecuada de los patrimonios cultural y natural, y de la mano de las comunidades locales. Se requieren proyectos turísticos pertinentes que incluyan planes de manejo para prevenir la degradación del patrimonio. Creo firmemente en que es necesario continuar con la descentralización de los servicios culturales hacia municipios y colonias, y con la proyección de Aguascalientes en redes internacionales de cooperación en la Agenda 2030.”

Uno de sus mayores retos en la infancia fue vivir en uno de los barrios “más rudos” de la Ciudad de México, siendo ese contexto y el acercamiento al mundo artístico lo que le brindó diversas herramientas para la vida. Le tocó vivir el terremoto de 1985 en carne propia: su escuela primaria se derrumbó frente a ella con sus amigos adentro. Ya en la juventud, se enfrentó a cuestionamientos sobre la carrera universitaria que deseaba estudiar, pues le decían que la arquitectura es una profesión de hombres; se enfrentó también a la necesidad de ayudar a su familia a pagar sus estudios trabajando como mesera, cocinera y auxiliar de taller automotriz. Y, como sucede con la mayoría de las mujeres, el mayor reto a la fecha han sido los obstáculos que representa la violencia de género y el machismo: “En mi caso, pasé por experiencias de abuso a temprana edad. Es difícil enfrentarlo porque en México se normaliza la violencia desde el seno familiar, pero luego te vas dando cuenta que es posible romper con esa práctica dolorosa y que también es posible ayudar a otras niñas y mujeres a salir de contextos de violencia.”

Claudia indica que aún falta trabajar mucho para lograr la igualdad y la equidad en todos los ámbitos, incluido el político, y que las políticas públicas han fallado, ya que México está ubicado entre los países con mayores índices de violencia de género y de violencia sexual infantil. Por eso es urgente que, en los espacios de poder, donde se da la toma de decisiones, se realice un trabajo con igualdad de oportunidades y perspectiva de género; hacerlo es en favor de toda la ciudadanía. 

“Hoy las mujeres nos hemos organizado, hemos alzado la voz y tomado las calles porque hasta ahora no ha habido forma de ser escuchadas y protegidas. El movimiento #8M surgió en respuesta al hartazgo social por la violencia de género. Debemos hacer el ejercicio crítico de dejar de ver este hecho histórico como un movimiento de “mujeres contra hombres” o como un día que se desactiva con eventos políticos pasajeros; esa visión es obtusa, grosera y reduccionista. Estamos ante un problema estructural y sistemático que se vive también al interior de las instituciones públicas. La educación, la cultura y la creatividad pueden ser una fórmula posible para lograr sociedades más justas, plenas y democráticas.”  

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