22 de abril. 20:00 horas. Palacio de minería, Ciudad de México.
Habían llegado ya los debatientes, dentro de los cuales, se habría logrado incluir a uno en el casi último momento (Jaime Rodríguez Calderón “Bronco”), con vestimenta formal, sin previo acuerdo con los demás candidatos y sin ninguna restricción por parte de la autoridad electoral, cada quien llevaba consigo lo que consideraba que le serviría mejor; libros, letreros, fotografías, estadísticas, etc. Uno a uno tomaron su lugar en el pódium asignado. En la mesa frente a ellos, sentados se encontraban ya Sergio Sarmiento, Denise Maerker y Azucena Uresti. Aquello estaba por iniciar, mientras del otro lado de la pantalla, estaba un país, expectante, atento, latiendo.
¿Qué decir que no se haya dicho o escrito ya sobre lo ocurrido en esos 114 minutos de aquel día? Yo resaltaría dos cosas; la primera de ellas es el cambio del formato para el debate que aprobó el INE, un acierto a todas luces, vimos una luz en la búsqueda de construir un país más democrático. La segunda, fue el pésimo desempeño de los candidatos al enfrentarse cara a cara a un debate.
Más allá de las descalificaciones entre ellos (que es válido), los ataques sobre las incongruencias entre su decir y actuar, la omisión de respuestas a preguntas de interés legítimo y colectivo, de ocurrencias penosísimas de ciertas “propuestas”, yo no vi lo que tanto anhelaba; un contraste de ideas. Comparto la idea de que la manifestación de la inteligencia es un prisma de diversas aristas, pero ello no exime -o al menos no debería- a no prepararse para plantarse así frente a un auditorio. Entre mochadas de mano, aviones presidenciales, departamentos donados, que uno es más incongruente que el otro, vi una falta seriedad en las propuestas. No creo que el ejercicio democrático del debate de ese día sirviera para cambiar tendencia de voto, pero sí sirvió para ver que no tenemos candidatos lo suficientemente preparados para un ejercicio abierto de cuestionamientos sobre sus ideas, propuestas, planes, etc.
También hay que decirlo, hubo dos que no lo hicieron tan mal, aquellos que los encasillan como parte de “la ma a del poder” pues será el sereno, pero la ma a se preparó mejor.
Tampoco sería adecuado elogiarlos, puesto que su desempeño no fue tan malo, que no es lo mismo a que se considere eso como bueno. Desde el primer debate en 1994 a la fecha, hemos contado con buenos personajes –independientemente de si ganaron la elección- tales como Diego Fernández de Cevallos, Cuauhtémoc Cárdenas (en su primer debate) y ¿por qué no? Hasta el mismo Gabriel Quadri les dio una cátedra a sus adversarios sobre cómo se debía de comunicar un político. Lástima que nadie haya seguido su ejemplo.
Para el siguiente debate de este año, que será el día 22 de mayo, no solamente contará con la presencia de Yuriria Sierra y León Krauze como moderadores, sino que también estarán 42 personas elegidas de la sociedad civil que serán los responsables de formular las preguntas a los debatientes. Ándese. Eso sí que se pondrá bueno.
En síntesis, de manera personal para mí la cosa quedó así:
Ganó el formato del INE, perdió una nación que merecía más.