Por: Fernando Valdivia / Lic. En Administración Financiera / Máster en Administración de Empresas
Mucho escuchamos hoy en día de la gran necesidad de educar niños comprometidos con su sociedad, país y medio ambiente; sin embargo, yo pondría por sobre cualquier otro punto el desarrollar seres humanos plenamente felices, y a través de esa plenitud surjan los demás compromisos, como consecuencia.
Durante los primeros treinta años de mi vida, en gran medida destiné mis esfuerzos y recursos a estudiar y trabajar por fines que hoy puedo decir eran meramente banales y egoístas. Menuda sorpresa me esperaba a mis treinta años con la mejor noticia que la vida pudo haberme regalado. ¡Iba a ser papá! Puedo decir que a lo largo de mi vida como persona y empresario he tenido grandes cambios y aprendizajes, sin embargo, la más grande maestra en mi vida llegó en ese momento. Fernanda Valdivia Ortega; mi hija llega a darme las más grandes lecciones de vida que pude haber imaginado. Puedo asegurar que para la mayoría de los seres humanos nuestros más grandes tesoros son nuestros hijos, sin embargo, a pesar de que Fernanda llegó para cambiarme y hacerme mejor hombre, ese mismo 31 de octubre del 2011 tuve que despedirme de ella. Así es, esa misma noche, a las pocas horas de haber nacido, recuerdo haberme quedado en lo obscuro de la habitación del hospital, redactándole una carta de despedida. Asimilé que el más grande regalo de Dios, era un préstamo… sin saber el número de días o años que duraría, pero es un préstamo, y mi compromiso ante la vida y ante aquella hermosa nena recién nacida era darle alas. Brindarle todas las herramientas necesarias para que llegue a ser alguien en la vida. Hacerla sentir única e inigualable. Brindarle mi alma diariamente, tiempo de calidad, hacerla sentir como una gran mujer sin importar su edad. Llenarla de cariño y enseñarla a amarse a ella misma. Mostrarle la gran importancia del agradecimiento y el amor al prójimo. Y sobre todo… mi más grande meta como padre es tatuar en su alma el que ella sea feliz cada día de su existencia.
Puedo presumir mi gran relación y cercanía con mi hija, soy un papá divorciado, que para ser sincero es un gran reto en todo sentido. Ser un “buen papá” va más allá de mantener a nuestros hijos, es un compromiso que se entrega de corazón, social, económico, personal… se debe entregar la mente, el corazón y el alma a un hijo, y al momento de estar separado de su madre como es mi caso, digamos que se vuelve un reto en el que debes de cuidar siempre por guardar un equilibro adecuado en ambas casas. Hoy por hoy, ese equilibrio sano creo que se logra… a la fórmula y gran apoyo de mi señora madre y por supuesto a mi exesposa, que puedo presumir como una gran amiga en proyecto de por vida en conjunto que es nuestra hija. Con esto quiero decir que el ser papá, también es mostrarles a nuestros hijos el respeto a su madre y familia. Si son hijos varones, del papá dependerá el cómo tratará a su esposa en un futuro e hijos, y si es niña, el tipo de perfil de pareja que buscará dependiendo del modelo que vio de niña; en pocas palabras nosotros somos un posible reflejo de sus futuras decisiones y conductas.
El gran reto diario que conlleva nuestra responsabilidad como papás, sobre su educación, debo confesar que se centra en su gran mayoría a su crecimiento y desarrollo emocional. Mi gran reto es desarrollar una niña y próxima mujer emocionalmente inteligente ……mi reto como papá… que Fernanda sea FELIZ.