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EL TORO DE LIDIA

El toro de lidia o toro bravo desciende del uro, que era un macho con cuernos grandes, de tamaño un poco más grande que el toro actual y que habitaba principalmente en el norte de África. 

A finales del siglo XIV esta especie se comenzó a mover hacia el norte de España y a Portugal. En esas épocas se consideraba un animal salvaje, fue hasta el siglo XV donde se tienen registros que se comenzó a tratar como un animal con fines específicos en el campo, pero al ser un animal bastante agresivo y que no se podía controlar, se optó por tenerlo como parte de espectáculos, donde los hombres buscaban demostrar la superioridad sobre la bestia. 

Ya durante la Edad Media, los toros, como otros animales salvajes, eran mantenidos en cautiverio y protegidos por los señores feudales para propósitos de cría para algún espectáculo o para la caza. 

En tiempos de los Reyes Católicos ya se empezaron a conocer más, los primeros indicios de selección del toro bravo con fines de entretenimiento como tal, apuntan al siglo XVI, en la Provincia de Valladolid, donde la proximidad a la Corte, aún itinerante en aquella época, hizo que se criase en amplios terrenos una vacada que pudo sentar las bases del toro de lidia actual. 

La primera ganadería de la que se tiene registro fue Raso de Portillo, que fue conocida hasta finales del siglo XIX. Existe la creencia de que los toros de esta ganadería fueron los primeros empleados en festejos reales. Actualmente el toro de lidia es una especie desarrollada, seleccionada, y criada para su empleo en diferentes espectáculos taurinos, como las corridas o los encierros. 

Las edades del toro se denominan con nombres específicos: añojos -un año-, erales -dos años-, utreros o novillos -tres años-, cuatreños -cuatro años- y cinqueños -cinco años-. 

Dentro de las características del toro de lidia hay algo que se conoce como “el trapío” que es el conjunto de rasgos externos, actitudes y reacciones observables a simple vista, dentro de los que podemos mencionar:

• Tamaño y peso. 

• Estatura. 

• Conformación del tronco. 

• Conformación de las extremidades. 

• Conformación de la cabeza y el cuello. 

• Conformación de la cornamenta. 

• Piel, pelo y capa.

Ahora bien, según los escritos de uno de los padres de la tauromaquia, Francisco Montes “Paquiro”, los requisitos para que un toro pueda ser lidiado son seis: la casta, la edad, las libras, el pelo, que esté sano y que nunca lo hayan toreado. Los explicamos a continuación.

1. LA CASTA. Debe ser buena, no porque todos los toros de casta salgan buenos, sino porque hay más probabilidad en que sea bravo el toro cuyos padres lo fueron.

2. LA EDAD. La de cinco a siete años es la mejor, pues gozan en ella de la fuerza, viveza, coraje y sencillez que les son propios y los hacen tan a propósito para la lidia. Para conocer la edad se atenderán los dientes y las astas, pues no son siempre exactos los estados que para apoyar la venta presentan los criadores.

3. LAS LIBRAS (EL PESO). Uno muy flaco no tiene la fuerza ni la energía de uno gordo, se siente demasiado el castigo. Sin embargo, los toros excesivamente gordos no son a propósito para lidiarse, porque son muy pesados, se estropean al momento de dar dos carreras, se aploman y por consiguiente, inutilizan las suertes. 

4. EL PELO. Debe entenderse esta voz en su verdadera significación, y no tomarla por la pinta, la cual poco o nada influye en la calidad del toro. Se dice que es de buen pelo cuando la piel, tenga la pinta que tenga, es bastante luciente, fina, igual y limpia: los toros de este pelo se llaman finos y se aprecian más.

5. SANO. Lo que principalmente recomiendo que se examine es la vista y la movilidad. 

6. NO ESTAR TOREADOS. Es menester examinar escrupulosamente si el toro ha sido corrido, principalmente en plaza.  

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