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HABLANDO DE VINOS ROSADOS

Por: Claudio Innes

En esta ocasión y a través de este artículo, quisiera aclarar algunas dudas generales sobre los incomprendidos vinos rosados.

Efectivamente, catalogo a estos vinos de “incomprendidos” debido a que, por razones que desconozco sistemáticamente se les tacha de vinos de pobre calidad.

Primero que nada, aclaro que los vinos rosados son aquellos que son hechos a base de uvas tintas pero que durante su vinificación obtuvieron tan sólo una pequeña parte de los pigmentos que confieren su color al vino.

Explicaré brevemente las tres maneras diferentes de obtener un vino rosado:

La primera y hasta donde yo sé poco practicada y aún menos apreciada entre los productores artesanales es también la más simple, consiste simplemente en mezclar un vino tinto con un blanco hasta obtener el color deseado. Afortunadamente y como menciono en este mismo párrafo, no es una práctica habitual.

El segundo método, llamado de “presión”, consiste en un último estrujado dentro de la prensa, propiciando éste una ligera extracción de color contenido en la piel de la uva. Hay que ser cuidadoso sobre todo para no prensar en exceso, lo que podría ocasionar que las semillas se quebraran y obtuviéramos sabores y aromas no deseados.

Al tercer método se le conoce como el de “sangrado” y consiste en dejar macerar (remojar) la piel de las uvas en el mosto tal y como haríamos para obtener un vino tinto pero por un período de tiempo mucho menos prolongado. A algunos rosados franceses se les conoce como “vinos de una noche” ya que el período de maceración dura aproximadamente doce horas.

En general es fácil distinguir unos de otros ya que en la mayoría de los casos las presentaciones de estos productos son en botellas de vidrio transparente lo que nos permite apreciar su color. Reconoceremos a los rosados depresión por sus colores naranjas – salmón mientras que los de sangrado tendrán tonos más obscuros y tendiendo a los rojos.

En nariz y en boca también es fácil distinguirlos, siendo los primeros más apegados a los aromas y sabores de los vinos blancos, es decir notas cítricas, de durazno, piña, etc. A su vez, los hechos con método de “sangrado” exhibirán cualidades similares a los tintos ligeros, entre frambuesas y fresas.

Con respecto al pasaje por barrica, es pertinente mencionar que nunca o casi nunca se someten a crianza en madera, siendo la expresión frutal la principal cualidad que los productores de estos vinos buscan. Pero esto no debe desanimar a los consumidores, ya que cuando proceden de buenas añadas que proporcionan uvas en plena madurez, se logran obtener rosados de gran calidad, complejidad y estructura, resultando algunos de ellos tan largos en la boca como cualquier tinto o blanco de calidad.

El principal argumento para defender el honor  de los rosados es simplemente que no todo en el mundo de los vinos tiene que ser formal, tánico y cargado en aromas de barrica. Existen también aquellas ocasiones informales, probablemente calurosas y con platos simples que combinan perfectamente con la esencia de los rosados. Ideales como aperitivos, especialmente los de presión, acompañan también de maravilla platos a base de pescados o productos del mar además de platos a base de ingredientes mediterráneos como aceitunas, alcaparras, anchoas, pimientos y tomates. Los de sangrado acompañarán perfectamente platos orientales, especialmente aquellos con notas agridulces así como aves y carnes al carbón.

Mi consejo es entonces, que se aventuren algún día a adquirir la botella de vino rosado de su preferencia y que descubran su frescura y su carácter frutal y entonces, sin prejuicios en la mente, reconozcan que, aún y cuando no serán los grandes vinos de guarda que los blancos y los tintos bien elaborados pueden llegar a ser, pueden también encajar perfectamente durante las épocas calurosas, acompañando platos sencillos en ocasiones informales.

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