Lic. Francisco Espinosa García
– ¿Dices que el Gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú conoces al Gobierno?
Les dije que sí.
-También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre del Gobierno.
Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron sus dientes molenques y me dijeron que no, que el Gobierno no tenía madre.
- Luvina, Juan Rulfo.
En la conferencia de prensa posterior a la gala de los Globos de Oro, en la que fue galardonado como Mejor Director por su película ‘ The Shape of the Water’, una periodista de la agencia china de noticias Xinhua le preguntó a Guillermo del Toro: “Usted tiene una habilidad extraordinaria para ver el lado oscuro de la naturaleza humana, la fantasía y el terror, pero a la vez es una persona realmente alegre y amorosa. ¿Cómo logra ese balance?”. Del Toro contestó sin titubeos: “Soy mexicano”, entre las risas y aplausos de los asistentes, mientras el nacionalismo que llevamos a or de piel se estremecía al unísono.
La respuesta del jalisciense nos recordó el espectro perpetuo entre realidad y fantasía que nos ha dejado la rutina desde siempre. “En cierto sentido nadie ama la vida más que nosotros, porque somos muy conscientes de la muerte (…) así que durante el camino vamos a vivir: tendremos belleza, amor y libertad”, explicó Del Toro, quien reiteró la importancia de contar lo que sucede, siempre desde los matices que nos va dejando la oscuridad.
Inmersos en el vaivén de las campañas electorales para elegir al Presidente 67 en la historia del país, ese panorama claroscuro de nuestra mexicanidad nos deja un sabor agridulce al darnos cuenta que, quienes pretenden dirigir nuestros destinos desde el ejercicio público, no están -ni han estado- a la altura de una sociedad que se carcome en la corrupción de un sistema político que solo se acuerda del electorado cuando hay que pedir su apoyo incondicional.
Para colmo, lo que vamos viviendo mientras reflexionamos sobre a quién dar nuestro apoyo en las urnas, va desde lo irrisorio hasta lo repugnante. Hace unos días, el Estado Mayor Presidencial (EMP) llegó hasta Reynosa, Tamaulipas para estar al tanto de los preparativos sobre la visita que Enrique Peña Nieto haría para inaugurar el Libramiento Sur II, el pasado 30 de enero. En medio de un clima de tensión -en la última semana del mes, enfrentamientos armados han dejado más de 10 muertos, incluidos dos estadounidenses- se decidió cancelar la gira del Presidente.
Lejos de las portadas de diarios nacionales, los acontecimientos violentos que se incrementan año con año en México suelen esconderse abajo de una alfombra que ya no da para más. Entregados a la normalización de la violencia en todos sus aspectos, a pocos les pareció grave que un mandatario tenga que cancelar una gira dentro del territorio que gobierna. Un claro ejemplo de que lo fue 2017: el más violento de los últimos 20 años en México con 29, 168 homicidios, según cifras oficiales.
Mientras esto sucede, a una sociedad lastimada y llena de hartazgo se le pide confiar en personajes de discursos repetitivos y con estrategias de campaña que no son más que insultos a la memoria colectiva. Es tanto el descaro que una parte de la estrategia de los candidatos presidenciales se ha enfocado en parecer gente común y corriente. Las notas periodísticas van desde la humildad genuina por usar el transporte colectivo, ir de compras dominicales, desayunar garnachas, andar en bicicleta, mostrar la sencillez de sus parejas e incluso atorarse en el tráfico citadino.
A la par del bajo nivel de los discursos, las ideologías van quedándose rezagadas por un cinismo interinstitucional que insisten en presentarlo como una colaboración de gran altura política. Así, la derecha y la izquierda han formado una alianza para sorpresa de todos, dejando de lado temas de gran importancia en materia de Derechos Humanos como el matrimonio igualitario o la adopción entre personas del mismo sexo. Con el único objetivo de sacar al Partido Revolucionario Institucional (PRI) de los Pinos, Ricardo Anaya encabeza la coalición ‘Por México al Frente’ conformada por Movimiento Ciudadano (MC), Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Del otro lado, el PRI va hundiéndose en el afán de presentar a José Antonio Meade como un candidato que pertenece al ámbito social y que es consciente de las preocupaciones primarias de la sociedad. Lejos del discurso pagado en medios, la realidad ha mostrado a un aspirante que no termina de conectar con quienes lo escuchan, apestado también por el repudio general a una administración presidencial que nunca terminó de convencer. Sin otro camino que tomar, diferentes sectores de la sociedad temen que el viejo lobo de mar de la política mexicana se entregue a las mañas de siempre, con el cobijo del aparato gubernamental.
Por si fuera poco, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se presentará una vez más en la boleta electoral, esta vez con el idealismo de su discurso arropado más que nunca por el populismo que por la regeneración nacional que promete. En su afán de competir en los mismos términos y que no se concrete lo que dicen las encuestas que lo colocan al frente de las preferencias de la gente, ha optado por crear una alianza imposible entre MORENA y el Partido Encuentro Social (PES), a pesar de sus enfoques encontrados, con tal de ganar votos. El colmo ha sido la designación de Cuauhtémoc Blanco como precandidato a la gubernatura de Morelos. Sus partidarios luchan cada vez más por explicar la lógica de sus decisiones para eliminar a la “Mafia del poder”, con la que incluso dijo que podría pactar.
Sin mucho refugio en la izquierda o en la derecha para quienes aspiran a ver un cambio contundente en el país, la opción de las candidaturas independientes colaboran para que el desaliento termine adueñándose de nuestros sentidos. En dicha palestra está Margarita Zavala, una candidata sin experiencia en el ejercicio público y manchada por la gestión presidencial de su esposo, Felipe Calderón, en la que la violencia atormentó a la nación y los Derechos Humanos fueron ultrajados en pos de una guerra que no dio los resultados esperados. Aunado a ella, el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez, ‘el Bronco’, se presenta con un discurso misógino y con ilegalidades que incluyen la participación de sus funcionarios en horas hábiles para juntar las firmas requeridas.
Lejos de las 800 mil firmas requeridas, con tan solo un 20% completado del total, se encuentra Marichuy Patricio Martínez, representante del Congreso Nacional Indígena, quien tiene el apoyo de intelectuales y de ciudadanos que se sienten traicionados por la izquierda del país. Desde la cuna del movimiento zapatista, la aspirante sigue su camino desenmascarando la falta de empatía de una sociedad que ha rechazado todo lo que huela a sus raíces, por considerarlas poca cosa. La esperanza de que un sector lastimado históricamente pueda competir en las mismas circunstancias se ve poco menos que imposible a menos de un mes de la fecha límite para cumplir con los requisitos del Instituto Nacional Electoral (INE).
En ‘Sapiens: A Brief History of Humankind’, Yuval Noah Harari señala que “la gente entiende fácilmente que los primitivos cimienten su orden social mediante creencias en fantasmas y espíritus, y que se reúnan cada luna llena para bailar juntos alrededor de una hoguera. Lo que no conseguimos apreciar es que nuestras instituciones modernas funcionan exactamente sobre la misma base”. Así pues, el próximo 1 de julio saldremos a votar traicionados ideológicamente, carentes de per les dignos de nuestras ilusiones, solo con el afán de contribuir con la dinámica de un estado inventado hace poco más de 200 años que se hunde cada vez más. Sin embargo, a pesar de ser conscientes de la desesperanza y la oscuridad que se aproxima por un sinfín de desapariciones forzadas, feminicidios y una dura renegociación del Tratado de Libre Comercio (TLC), habremos de seguir amando la vida, tal como el gran Guillermo del Toro lo explicó, porque somos mexicanos.