Por: Lam. Héctor Chávez Álvarez
Los festejos taurinos se celebraban desde la conquista de nuestro país por muy diversos motivos, los acontecimientos de la monarquía española, la llegada de un virrey, la búsqueda de recursos para resolver desastres naturales, la construcción de obras públicas y hasta para financiar actividades militares.
En la Quinta Carta de Relación que envió Hernán Cortés al Rey en 1526, menciona que a su regreso de Las Hibueras -hoy Honduras- el día de San Juan de ese año “se estaban corriendo ciertos toros…” Para ser exactos fue el 24 de junio de 1526 y se tiene como referencia histórica de la primera corrida de toros en nuestro país.
Pero no fue sino hasta el 13 de agosto de 1529 cuando se instituyeron de manera oficial las corridas de toros para conmemorar el Aniversario de la Toma de la Gran Tenochtitlán. Las corridas de toros por esos años fueron en la plazuela llamada Del Marqués, que era parte del terreno que actualmente ocupa la Catedral de la Ciudad de México.
Hace casi 500 años, por 1527, Juan Gutiérrez de Altamirano, primo de Hernán Cortés, importa doce pares de toros y vacas de lidia de Navarra, España, para la Hacienda de Atenco, situada en el Estado de México, fue así como nació la Ganadería de Atenco que es considerada la más antigua del mundo.
La Plaza de Toros Rodolfo Gaona, ubicada en el municipio de Cañadas de Obregón, en el estado de Jalisco, es considerada la más antigua de América, aunque algunos señalan que no hay otra en el orbe con tanta historia.
El Coso de Cañadas de Obregón data del año 1680. Esta antigua Plaza de Toros jalisciense cuya construcción se atribuye a Agapito Gómez, es considerada más añeja que plazas españolas como La Salmantina de Béjar, de 1707, a la que sigue en antigüedad la Plaza de Acho, en Lima, Perú, construida en 1776.
Así transcurrió el tiempo, y la importancia de las Plazas de Toros tomó parte entre los gobernantes de aquellos tiempos. En 1702 se levantó un Coso en Chapultepec, entre noviembre y diciembre del mismo año, se mataron toros con ‘rejón’ a caballo y actuaron los ya entonces toreros profesionales Tomás Venegas ‘El Gachupín Toreador’ y Pedro Montero, ambos sevillanos.
En 1808 se construyó la Plaza El Volador en la plazuela del mismo nombre. Otra plaza inaugurada el 13 de agosto del mismo año se ubicaba donde está actualmente la calle 5 de febrero en el centro de la capital, figuraron como espadas los hermanos Sóstenes y Mariano Ávila, de sobresaliente Luis, el hermano menor.
En 1810 durante la Guerra de Independencia, siguieron celebrándose corridas de toros, aunque hay poco conocimiento de ellas, los periódicos o gacetillas de la época no les daban la menor importancia.
Un hecho muy relevante de nuestra historia es que el Padre de la Patria, Don Miguel Hidalgo y Costilla, era muy aficionado a la fiesta brava, fue ganadero y criador de toros bravos de lidia, en tierras de Guanajuato tenía su Hacienda, llamada El Jaripeo. Según varios libros de historia y documentos de la época, para el año 1810 y posteriores, durante la Guerra de Independencia, se llevaron a cabo varias corridas de toros.
Resulta interesante conocer a detalle que Don Miguel Hidalgo y Costilla era aficionado a la fiesta brava e incluso, el también insurgente capitán Ignacio Allende gustaba del toreo a caballo, lamentablemente son escasas las menciones en documentos históricos o documentaciones oficiales que se tienen de estos hechos.