Por: Óscar Fabián Gutiérrez Tenorio
A menudo nos preguntamos si somos parte del problema o nosotros lo creamos, hoy nos vemos de alguna forma en la reflexión para poder asimilar la dimensión del mismo: la corrupción. Estamos estableciendo mecanismos por todos lados, instituciones y más instituciones, leyes y más leyes, todo enfocado a disminuirla y atenuar sus consecuencias, organizaciones desde la sociedad civil están impulsando propuestas, desde la conceptualización del problema hasta foros que hagan reflexionar e impulsar leyes, solo que las cosas las vemos diferentes cuando las deseamos para los demás, pero no para nosotros.
Hay una ley máxima en la vida que dice “No hagas al otro lo que no quisieras que te hicieran a ti”, o dicho de otra manera “Trata al otro como quisieras ser tratado”. En la creación de leyes, el legislador cree que permanecerá para siempre en ese estado y ese es el problema, ahí comienza la corrupción.
Cuando una persona cree que porque está en un puesto temporal no se le aplicará la ley, es cuando comienza la raíz del problema. Los legisladores, los funcionarios públicos con puestos y funciones que les son otorgados de manera temporal, los quieren para siempre, y quieren someter al otro a ese pensamiento, que definitivamente no lleva hacia ningún lado. Vemos Diputados que ayer fueron funcionarios del Municipio, mañana Senadores, después regresan a ser funcionarios Públicos, y esa rama nunca termina.
El deseo por permanecer está aquí entre nosotros, los funcionarios entonces comienzan a realizar permutas, condiciones para la creación o el buen funcionamiento de las empresas, y a la par se vuelven empresarios vendiendo lo que el Estado debe prestar como un servicio gratuito. Las empresas por su parte quieren el mayor beneficio realizando acciones como dejar de pagar a sus trabajadores o bajando la calidad de los servicios, dejando de garantizar que el producto siempre será el mismo, dejando de pagar los impuestos, inventando gastos o haciendo estrategias para disminuir sus pagos de impuestos.
También sucede que las empresas que tienen mejor administración optimizan los pagos de sus contribuciones, saben gastar, saben comprar y saben pagar los impuestos a su favor, saben planear. Los legisladores al ver esto usan estrategias más complejas para castigar. Luego las empresas al ver en qué se gastan los impuestos y descubrir que el Estado no ofrece las garantías que debería, dejan de pagar.
Los empleados en sus horas de trabajo, realizan labores de emprendimiento vendiendo por catálogo, usando recursos de la empresa para hacer sus propios negocios, muchas veces generando competencia desleal a la misma empresa que los ha contratado. La desigualdad cada vez es más evidente, los médicos no pueden atender dentro de los hospitales porque esta “saturada la consulta”, pero si les marcas por teléfono y les pagas tienen tiempo de atenderte. No hay fecha para una cirugía, pero si vas a su consultorio te atienden el mismo día y pueden realizar la cirugía ese fin de semana.
Mi reflexión al final de la descomposición de la sociedad, es que lo que se deja de hacer tiene un costo, que no es inmediato. La libertad de muchos vale por la ética que tenga alguno, por la capacidad de alguien de convencer a los ciudadanos para ganar su voto, o la facilidad de otro para intimidar a sus compañeros para no señalarlo. Cada vez que pienso si nosotros creamos la corrupción o somos parte de ella, me doy cuenta que no logro ver el principio ni el fin del problema, me preocupa pensar que en nuestras acciones no estamos pensando que alguna vez estaremos del otro lado, y es ahí donde veremos el costo.