Por: M.D. Salvador Cardoso Castañeda
No fue fácil decidirme a escribir este texto. Finalmente lo hice, porque mis convicciones fueron más fuertes que mis temores.
Cualquier persona con un poco, tan sólo un poco, de sentido común, sabe que un problema difícilmente se resuelve creando uno nuevo, de iguales o mayores dimensiones que el original y con efectos más generalizados que éste.
También, una persona con un nivel de conciencia apenas intermedio entiende que la construcción de un supuesto futuro mejor no puede basarse de la destrucción de todo el pasado y, peor aún, del presente, por malos que sean a juicio del constructor de futuro mejor.
A la luz de lo anterior, preciso que lejos estoy de defender a la Administración federal anterior. Por el contrario, a través de este mismo medio he publicado muchas veces mi opinión en el sentido de que EPN fue el peor Presidente, al menos, de las últimas 3 décadas. Su legado de corrupción, ineptitud, ignorancia, autoritarismo, pusilanimidad y ejercicio patrimonialista del poder seguirá produciendo efectos por muchos años más.
Pues bien, a lo largo de las últimas 6 semanas (o un poco más, si nos remontamos a la inefable consulta sobre el NAICM) hemos visto a un Jefe de Estado que todos los días se empeña en dar muestras de que no sabe serlo; que ve como la mejor solución para resolver el problema generado por una gran obra de infraestructura plagada de corrupción, no el castigo a esa corrupción, sino la cancelación de la obra y arrojar, literalmente, al bote de la basura cientos de miles de millones de pesos; que sostiene que ante la pretendida ineficacia del Seguro Popular, lo más conveniente no es hacer frente a las áreas de oportunidad y corregir lo que no funciona, sino desaparecer esa institución que brindó oportunidades de salud a millones de mexicanos; que para hacer frente a la corrupción en la Administración Pública Federal, ordena el despido de miles de servidores públicos sin criterios, lineamientos, parámetros ni explicaciones (sin duda, entre los cesados hay aviadores y corruptos, pero estoy seguro de que muchos de los ahora desempleados eran funcionarios profesionales y capacitados, con amplia experiencia en el ejercicio de sus funciones) y, ahora, que frente al innegable saqueo que representa el robo de hidrocarburos, decide cerrar la llave de la distribución de gasolinas en el país, en lugar de aplicar la ley y llevar a juicio a los probables responsables.
Si en opinión de nuestro Jefe de Estado todo lo que está sucediendo en el país es consecuencia de la enorme corrupción de los gobiernos priístas y panistas (situación que, por supuesto, debe indignarnos a todos y que, en buena medida, explica su arribo al poder), ¿dónde está el primer probable responsable de ello, presentado ante los órganos de impartición de justicia? ¿Dónde hay siquiera una denuncia? ¿Investigaciones dentro de PEMEX y su Sindicato? ¿Dónde está la primera indagatoria por delitos federales relacionados con hechos de corrupción? ¿Dónde están las notificaciones de inicio de procedimientos administrativos sancionadores? ¿Dónde está la primera auditoría de la autoridad fiscal?
Por eso, los supuestos argumentos de mis amigos fanáticos del Presidente López, en el sentido de que más vale ser pacientes y aguantar el desabasto que seguir tolerando el robo de hidrocarburos, sólo plantean un falso debate. ¿Honestamente piensan que el desabasto y la prolongación del robo son las dos únicas opciones posibles? ¿De verdad tirar a la basura el dinero es la única posibilidad de poner fin a la corrupción y al dispendio en la construcción de obras?
Hace 6 semanas que el Presidente no da una explicación ni ofrece respuestas, sino que regaña, descalifica, etiqueta, pide confianza y, ahora, hasta pide prudencia.
Hoy, no puedo sino preguntar ¿qué sigue? ¿Viviremos 6 años de supuesta construcción a partir de la destrucción? ¿Padeceremos 6 años a un gobierno que no admite errores y que se ensoberbece cuando es cuestionado? Equivocarse no es delito y puede entenderse, pero equivocarse reiteradamente, negar el error y culpar al que piensa distinto sí es grave e incompatible con cualquier convicción democrática.
Un mexicano ilustre, constructor de instituciones, dijo hace muchos años: que no haya ilusos para que no haya desilusionados. En lo personal, no me cuento entre los ilusos. Sin embargo, hoy veo todavía muchos ilusos y muy pocos desilusionados. ¿Cuánto tiempo pasará para ver desilusionados por todos lados?
Me preocupas, México, porque aquí vivimos y aquí crecerán mis hijos, porque nuestra esperanza y nuestro proyecto de vida están puestos en ti.