Por: Lic. José Campos
“… Para los que ayudaron, gratitud eterna, homenaje, cómo olvidar —joven desconocida, muchacho anónimo, anciano jubilado, madre de todos, héroes sin nombre— que ustedes fueron desde el primer minuto de espanto a detener la muerte con la sangre de sus manos y de sus lágrimas. […]
Reciba en cambio el odio, también eterno, el ladrón, el saqueador, el indiferente, el despótico, el que se preocupó de su oro y no de su gente…”
“Las ruinas de México (Elegía del retorno)” – José Emilio Pacheco.
El pasado 19 de septiembre del año en curso – el mismo día hace 32 años del terremoto de 1985- otro sismo de magnitud de 7.1
grados en la escala Richter sacudió a la Ciudad de México a las 13: 14 horas. Fenómeno que tomó por sorpresa a gran parte de los mexicanos en sus labores ordinarias de un martes como cualquier otro.
En aquel momento, todo era caos, suposición, devastación, miedo e incertidumbre. Ante tal exaltación debo admitir que –por primera vez- vi la utilidad que tienen los famosos grupos de WhatsApp al poder contactar de manera inmediata a la mayoría de familiares y amigos ubicados en el centro del país y estados circundantes.
Durante muchos de mis artículos anteriores he juzgado y señalado el daño que ha impactado a la sociedad a través de las redes sociales, sin embargo, ese día, vi algo diferente, vi la organización de un pueblo herido, un pueblo que, ante la tragedia colectiva, se organizó de una manera impresionante por ese medio, en cuestión de minutos.
El águila azteca abrió sus alas para emprender el vuelo y ayudar a sus connacionales, que quizá, sin conocerlos, pusieron en riesgo sus vidas por salvar la de ellos. -Déjeme aclarar estimado lector que esa situación de solidaridad no es común encontrarla en otras partes del mundo, al menos no en la dimensión como se es vista en nuestro país- El escritor y poeta mexicano José Emilio Pacheco lo relata de manera contundente en el prefacio que abre este artículo. Él lo describe de una hermosa manera, haciendo alusión obviamente al terremoto de 1985 << ustedes fueron desde el primer minuto de espanto a detener la muerte con la sangre de sus manos y de sus lágrimas>> pero que 32 años después, ese espíritu al que se refería, esa empatía y apoyo, salió una vez más, avante.
Más allá de las clases sociales, de la diferencia de simpatía política, de la marcada oposición que en algunos casos tiene la a ción de los equipos de fútbol, todos, todos salieron a ayudar. Con lo que tenían, con lo que sabían, con lo que podían,
México era uno y era inevitable no soltar las lágrimas al ver videos en donde cantaban “Cielito lindo” en el trayecto de los vehículos, “México lindo y querido” un grupo de niños en Estados Unidos en el muro de la frontera norte, el “Himno Nacional” en medio de las ruinas del terremoto. Imagínese usted escuchar esta parte de la estrofa coreada por todas las voces presentes en medio de las ruinas de un edi cio: “Y tus templos, palacios y torres, se derrumben con horrido estruendo, y sus ruinas existan diciendo: De mil héroes la patria aquí fue”.
También en el poema del principio se menciona la otra parte de la moneda, lo que pasa en momentos de caos y los oportunistas que aprovechan estas situaciones. No hablaré de ellos, no lo merecen, ni de los partidos políticos, ni de quién donó o no, si fue idea de alguien o no, si unos dieron más que otros o no, etc. El día de hoy a nadie le importa en realidad, lo que importa es que no hemos terminado, aún hay afectados en Oaxaca, Chiapas, Morelos, Puebla y CdMx.
Cuando pase la emoción del momento, no dejemos de ayudar, porque será cuando más lo necesiten nuestros hermanos. Me siento enormemente orgulloso de pertenecer a esta tierra, orgulloso de ser llamado mexicano. Con gusto y alegría siempre terminaré cantado al oír el inicio de estos versos: “Voz de la guitarra mía, al despertar la mañana, quiere cantar su alegría a mi tierra mexicana”.