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SANTA LUCÍA VS TEXCOCO

Mutatis mutandis “cambiando lo que se debía cambiar”

Por: Lic. Fernando Valdivia

En definitiva, tal vez el tema más controversial a unas semanas de su toma presidencial de nuestro Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, es la continuidad o no del aeropuerto en Texcoco. Este tema, sin duda alguna, ha logrado desviar la atención de los excesos que hubo en la boda de uno de sus más cercanos colaboradores, César Yáñez, la cual de alguna manera desvirtuaba la visión que AMLO quiere fijar dentro de su política interna. En la política, la apariencia más que el fondo es lo que más cuenta. Regresando el tema central: “Nuestro nuevo Aeropuerto Internacional”. Honestamente creo que la mayoría de los mexicanos tenemos muy limitado conocimiento técnico, económico, financiero y operativo para emitir cabalmente una opinión congruente y sólida. Precisamente esa fue la intención de arrancar la presente redacción, haciendo alusión a cuestiones de apariencia: Lo importante es evaluar lo que nuestro nuevo Presidente quiere transmitir como mensaje y, el hecho de que un mega proyecto se lleve a cabo o no con sus afectaciones a una economía nacional.

La señal que está mandando AMLO al pueblo mexicano y extranjero es un gobierno populista. La misión de la nueva presidencia es proyectar un gobierno cercano, austero y que escucha la voz del pueblo. Evidentemente el proyecto del aeropuerto de Texcoco es evaluado por el gobierno entrante como innecesario, caro y lleno de contratos que benefician a unos pocos. Santa Lucía por otra parte aparece como un proyecto de menor envergadura, generando menor gasto aunque también beneficiando a un pequeño grupo.

Si nos centramos en los hechos de que en ambos casos los beneficiados directos siempre serán pequeños grupos, le pongamos el nombre que sea, pero la importancia de generar nuevas y mejores formas de comunicar a nuestro país con el extranjero es muy importante. Debemos considerar que siempre las entradas a un país son muy relevantes, reflejan en gran medida la estabilidad o poder de un país, es el enamoramiento y la primera impresión que todo ser humano sabe, es la más importante. Por eso, independiente de la decisión que se tome, debe ser una obra bien planeada, que muestre capacidad y certidumbre a todos los visitantes que lleguen a nuestro país. No hay dinero mal gastado en todo aquello que genere una buena “impresión” de nuestra nación. Una buena “apariencia” genera confianza. Dinero llama dinero y esa es regla de vida y negocio.

En definitiva, nuestro nuevo Presidente está cuidando todas las fichas y promesas de campaña, tanto las que sí podrá cumplir como las que no. Por otro lado, el simple hecho que reflejan a inversionistas tanto nacionales como extranjeros que la construcción de una aeropuerto pueda afectar la confianza en mercados bursátiles, valor del peso ante el dólar entre otros factores financieros y económicos habla de una gran dependencia de nuestro país a unos pocos proyectos de infraestructura, cuando no debería ser así; y eso independientemente de nuestra preferencia política no depende de gobierno que está por entrar, sino a muchos gobiernos de tiempo atrás; más atrás de gobierno actual de EPN. Un país fuerte no basa únicamente la estabilidad de su moneda y de la confianza de inversión en el petróleo (veamos el caso de Venezuela) o de un proyecto de transporte.

Nuestros ojos deben estar puestos más en una estabilidad financiera en el Banco de México, políticas hacendarias que cuiden y procuren la inversión y el consumo, políticas que garanticen seguridad pública. Inversión adecuada en los sistemas educativos, culturales y de salud. Es ahí donde se deben centrar las atenciones y no tanto al escándalo mediático de aeropuertos, ventas de aviones, fiestas privadas, entre otras cuestiones.

Nuestra visión debe ser con miras a plan de desarrollo integral a largo plazo. En conclusión, los temas de infraestructura y comunicación son importantes, pero no debe ser el parteaguas para pensar en devaluaciones si trabajamos en los aspectos realmente importantes antes mencionados. México debe ser más allá de apariencias y trabajar en conjunto por un mejor país. Un gobierno jamás podrá dar gusto a todos, ni a sus caprichos o necesidades, sin embargo, el sol sale para todos, Mutatis mutandis.

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