Por: MDA. Juan Camilo Mesa Jaramillo / rectoria@ucuauhtemoc.edu.mx
Desde hace tiempo he estado manejando la teoría de que el sistema educativo mexicano está equivocado en cuanto centra al conocimiento como fin último del proceso, antes que a la persona, como lo hacen los sistemas educativos exitosos como el de Finlandia, por poner un ejemplo.
Muchos países entendieron que el conocimiento es la consecuencia de un ser humano fortalecido, por lo que buscan desarrollar en sus educados el trabajo en equipo, la ética, la responsabilidad, el compromiso, la puntualidad, la resiliencia, entre otros, partiendo de la premisa de que un niño fortalecido adquiere el conocimiento de una mejor manera; un conocimiento aplicado, que parte de la unión de la creatividad como motor impulsor y el conocimiento que se requiere para un determinado proceso u objetivo.
Pero hay un ingrediente más para una formación integral, o ideal, y es justamente la conciencia social enfocada a los dos entornos que un ser humano tiene, los cuales son su familia en primer lugar, y la naturaleza y la demás gente que nos rodea, en segundo.
El sistema educativo (que es la suma de las acciones de los padres de familia y la escuela), debe proveer herramientas sociales para llevar a los educandos a ser compasivos y consientes del mundo donde les ha tocado vivir.
Desde este parámetro, tenemos que educar a nuestros hijos con la capacidad de sentir el dolor del otro (una sociedad que pierde la capacidad de sentir el dolor del otro, está perdida); debemos inculcarles la bondad como modo de vida, la fortaleza para desprenderse de sus cosas para hacer felices a otros, entre muchas otras.
El mundo complejo donde vivimos nos exige unirnos y ayudarnos para disminuir sus desigualdades. Cada día en el mundo más de 1.100 millones de personas no van a comer absolutamente nada, pues se encuentran en pobreza extrema. En México contamos con 70 millones de pobres, por lo que tenemos que “romper la burbuja” de nuestros hijos y enseñarles la realidad que vive el planeta para que sean ellos quienes logren construir el mundo que no hemos podido hacer nosotros.
El sistema educativo justamente tiene esa obligación, por lo que debemos unirnos para generar ese cambio que se requiere.
Para demostrar que es posible un cambio de mentalidad, traigo a colación un ejemplo que hemos venido trabajando por varios años en la universidad donde trabajo (Universidad Cuauhtémoc), donde por medio del Departamento de Desarrollo y Vida Estudiantil creamos los programas: Rompe tu Burbuja, y Tanto por Hacer… Hoy más que nunca soy Cuauhtémoc, ambos encaminados a trabajar en comunidades vulnerables de nuestro estado que requieren del apoyo en prácticamente todas las áreas mínimas para la supervivencia.
Gracias a estos programas hemos logrado que gran parte de la comunidad universitaria trabaje ayudando a personas de escasos recursos en áreas como: psicología, nutrición, medicina, kinesiología, derecho, arquitectura, administración, ingeniería civil, veterinaria, comunicación, entre otras; logrando impactar a miles de familias que hoy han recibido apoyo para tener una mejor calidad de vida.
Ojalá que el sistema educativo (sus actores) entienda que el objetivo de la educación no es la acumulación del conocimiento. El objetivo deberá ser el de fortalecer al educando con las habilidades que requiera para construir su propio conocimiento y aplicarlo, generando mejoras y cambios, pero con la sensibilidad de entender que hoy se debe crecer, sin olvidar la realidad del México y el mundo en el que les ha tocado vivir.