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EL A, B, C DE LOS DERECHOS HUMANOS

Por: Martha Elba Dávila Pérez. Doctora en Derechos Humanos, Maestra en Derecho Fiscal, Secretaria de Acuerdos en el Tribunal de Justicia Administrativa, Vocal en la Academia Procesal de Derechos Humanos y Premio Nacional de Investigación Laboral, entre otros.

Varias veces he escuchado a algunas personas manifestar “no estar tan de acuerdo con los derechos humanos”.  Al respecto, en un ensayo sobre la naturaleza de los derechos humanos, el pensador español Gaspar Escalona Martínez, que fue mi asesor en un trabajo de investigación, comenta que la expresión “derechos humanos” es una de las de uso más frecuente en nuestros días ya que su presencia es habitual en el lenguaje de los medios de comunicación, en el de los políticos y abogados pero que su uso frecuente no significa que este concepto se encuentre bien definido –sino todo lo contrario-.  Esta falta de definición es lo que lleva a los ciudadanos a no identificarse con la idea de respeto universal a los derechos humanos y lo más preocupante es que, ante esta falta de identificación, estemos de acuerdo en su violación.1

Se pueden dar muy variadas definiciones de derechos humanos y para encontrar alguna válida, necesariamente tiene que relacionarse con la idea de la dignidad de la persona humana –las personas morales (empresas) no tienen, en sí mismas, derechos humanos-.  La Suprema Corte de Justicia ha señalado que la dignidad humana funge como un principio jurídico pero que también como un precepto que debe ser respetado en todo caso y que es base y condición para el disfrute de los demás derechos.  De esta concepción surge la obligación de todas las autoridades y particulares de respetar y proteger la dignidad de todo individuo.  Esta obligación, se traduce en el derecho de toda persona a ser tratada como tal y, en consecuencia, a no ser humillada, degradada, envilecida o cosificada.

A partir de esta idea relacionada con la dignidad se podría decir que los derechos humanos son el conjunto de prerrogativas inherentes a la naturaleza de la persona, dirigidos a protegerla contra cualquier acto dirigido a agredir su dignidad y cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral del individuo que vive en una sociedad jurídicamente organizada.

El primer artículo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, promulgada el 10 de diciembre de 1948, después de dos terribles guerras mundiales, reza: “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

Este primer artículo encierra una gran riqueza, no solo al hacer el reconocimiento de que todos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos, sino también al señalar que los seres humanos estamos dotados de razón y conciencia y que debemos comportarnos fraternalmente unos con otros.  Esta es el mayor reto de los derechos humanos, el que cada persona se erija en su defensor.  Varias declaraciones de derechos humanos han reconocido la existencia de los deberes humanos entre los que está, precisamente, el de respetar los derechos humanos. Como decía Mahatma Gandhi, la verdadera fuente de los derechos es el deber, pues si todos cumplimos con nuestros deberes será fácil hacer que se respeten nuestros derechos. 

Históricamente, los derechos humanos surgieron como un reclamo ante el poder público y así tenemos lo que se conoce como derechos y libertades clásicas.  No obstante, ahora se reconoce que la dignidad de las personas puede ponerse en peligro ante cualquier actividad o inactividad de los particulares.  Y es que, tristemente, la dignidad de las personas no únicamente se pone en peligro en guerras y genocidios, sino también y principalmente cuando las sociedades voltean la mirada y toleran “pequeñas violaciones” a personas que creemos que nos son ajenas.

Tomando la libertad de referenciar a la asociación Youth for Human Righs, los derechos humanos no son una lección de historia, ni discursos o campañas políticas sino las elecciones que como seres humanos hacemos cada día en la casa, la empresa, la escuela y la oficina, pues si no hacemos que estos derechos tengan significado ahí, no lo tendrán en ninguna parte.  

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