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EL DIFÍCIL ANDAR DEL EMPRESARIO

Si se quiere tener éxito en la vida, es imperante entender que se deben hacer sacrificios. El tiempo, el sueño, los pasatiempos, todos estos aspectos parecen tomar un segundo plano, cuando se trata de perseguir un sueño de emprendimiento.

Los empresarios también han dejado de lado las aspiraciones y obligaciones familiares, energía y una vida social, para convertirse en uno de los mejores en su ámbito. Sin embargo, hacer sacrificios también es un aspecto imperativo, en el crecimiento de tu potencial y tus objetivos empresariales. Muchas personas piensan que sacrificarse, es esencialmente un acto de renunciar a las cosas y no un camino para obtener algo más significativo.

El camino empresarial es una carrera digna, pero es una carrera complicada. Se trabaja duro para llegar a donde se ha soñado, pero no siempre se logra convertir los sueños en realidad. Cuando te conviertes en empresario, es difícil desconectar, tienes que estás alerta las 24 horas del día, debido a que a cualquier hora y cuando menos te lo esperas, puede salir la oportunidad que tanto has estado esperando para vender tu producto, conocer a la persona adecuada o dar a conocer tu empresa. El empresario debe tomar miles de decisiones a diario, sobre el devenir de la empresa. Un empresario está solo en muchas decisiones, sin embargo, para evitar esa sensación de soledad, lo mejor es rodearse de un equipo competente para delegar y compartir la responsabilidad al momento de decidir. 

Es común que vean al empresario como una persona de éxito, al que en todo le va bien, pero la realidad del empresario es distinta, ya que su vida está ligada a la soledad y a los sacrificios. El empresario, es un individuo que vive entre la magia inescrutable de las intuiciones y las finas percepciones, navega en la inmensidad del océano de las ideas y los sueños y habita un mundo que invita a todos, pero abre sus secretos a muy pocos. Indiscutible es la invaluable contribución del empresario en el ciclo económico y en la vida de los mercados.

Cuando el empresario pierde, nadie está dispuesto a compartir su resultado y cuando gana, termina por alejarse del promedio que puebla el género humano, por ello se hace sujeto de juicio especulativo. Debido a que el que más y el que menos, se siente con el pleno derecho de diagnosticar y juzgar su éxito, haciendo pedazos en ocasiones el esfuerzo de toda una vida.

La soledad es el precio que hay que pagar por ser empresario. Esa soledad que no permite compartir con nadie los miedos a que todo se venga abajo, a que pueda fallarle a todos aquellos que han confiado en él, ya sean clientes, proveedores, colaboradores, socios, compañeros o familia. Ese miedo de estar expuesto y vulnerable ante las voces críticas basadas en la envidia y el recelo, voces con mentes retrogradas moviéndose en la mediocridad a quienes inexplicablemente y de forma errónea, se les tiene que demostrar que los empresarios, son quienes en realidad mueven la economía y le dan estabilidad a una entidad o a un país. 

Es aquí cuando llegan la angustia y el miedo, inevitables, aunque todo esté bien, aunque los números salgan, aunque todo avance y siempre demos un pasito más, siempre está presente el fantasma de que algo pueda salir mal o que algún proyecto se pueda complicar. Un miedo que no se puede compartir, que no se puede transpirar porque podría entorpecer, un miedo a veces irracional, sin sentido, sin motivo y sin razón. Un miedo interno y profundo que activa toda las alertas y que ayuda a tener siempre la guardia bien alta, los ojos bien abiertos y los oídos bien atentos. Y es entonces cuando la soledad nos acompaña, esa despiadada sensación de vacío, que nos obliga a compartir todo eso consigo mismo. Que nos incita a callar  a guardar, a pensar y a interiorizar.

La vida del empresario es una vida sin descanso, ligada a los sacrificios y a la soledad. Es una vida en la que tiene cientos de miradas criticando lo que haces y esperando a que des un paso en falso para verte caer y decir: ¡te lo dije!, una vida donde fracasar es más fácil que tener éxito… pero ¿quieren saber algo? La vida de un empresario es una vida que vale la pena… es la única vida en la que tú eres dueño de tu tiempo y en la que tienes la posibilidad, de ser dueño de tu propio futuro. Es una vida llena de pasión, en donde cada día hay una razón para continuar luchando. Es una vida en la que te sientes pleno, porque estás haciendo lo que realmente te gusta, lo que te apasiona. Y a pesar de todo, ser empresario por supuesto que vale la pena.  

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